El Teatro de La Abadía renueva cada temporada, en el distrito de Chamberí, una escogida y cuidada programación alejada de los musicales y la fama de los grandes teatros de Madrid, con obras muy recomendables para docentes y estudiantes de Bachillerato. Uno de los platos fuertes es Nekrassov, que llega de la mano del director Dan Jemmett, quien dirige la única comedia que escribió Jean-Paul Sartre. La obra se representa en un montaje de poco más de dos horas con unas interpretaciones, sin excepción, sensacionales y uno de esos escenarios que en el Teatro Abadía diseñan tan acertadamente. Sus puestas en escena suelen estar llenas de originalidad y sensibilidad. A destacar que los cambios de decorado entre escenas sean ejecutados a la vista de los espectadores en un entretenido juego visual.
Desde el primer acto, el filosófico camino hacia la reflexión se halla en un inteligente equilibrio entre la risa y la invitación a cuestionar lo establecido, en una sociedad paradójicamente desinformada a pesar de ser la más interconectada de la historia. Todo ello en el contexto de la Guerra Fría, cuando el enemigo a batir era, desde el prisma occidental, el comunismo. Hoy los chivos expiatorios son otros pero el texto resulta ser más actual que nunca debido al cotidiano, temerario e interesado uso de las conocidas como fake news, en un sistema socioeconómico basado en el consumo y el bombardeo de mensajes que no invitan a pensar sino a la acción. Compra. No lo dudes más. Haz clic. Descárgate nuestra app. Lo cuenta maravillosamente Antonio Muñoz Molina en Un andar solitario entre la gente: «[...] Llevo en la cartera un libro pero no leo nada, solo los letreros que me voy encontrando, cada uno de ellos, uno tras otro, desde que bajo aprisa las escaleras y empujo la puerta batiente, tantas cosas que no advertía antes, o que leía sin que llegaran a mi conciencia. Entrada. Despojadas de artículos y verbos, las frases se quedan en una crudeza de indicaciones robóticas [...]».
¿Somos conscientes de que posiblemente algunos mensajes, vídeos o memes que recibimos es debido a que a alguien ha parametrizado, manual o automáticamente, nuestro perfil psicológico? ¿Se enseña en los colegios e intitutos, en ESO y en Bachillerato, a mantener una actitud filosófica ante la vida? La asignatura de Filosofía, en Bachillerato, podría colmar dos aspiraciones educativas: educar a través de la felicidad y educar para el desarrollo del espíritu crítico.
Porque la opinión pública se puede dirigir en uno u otro sentido. Casos como la utilización que hizo Cambridge Analitica de los datos de millones de usuarios de Facebook, que llevó a Mark Zuckerberg en 2018 a comparecer en el Congreso de los Estados Unidos, evidencian que se puede alterar la opinión pública si se conocen bien las preferencias del "consumidor". Tan virales se han vuelto las fake news que también "cayeron" en unas pruebas de Selectividad-EvAU. Por ello, más vale tratar de ser un consumidor inteligente.
Un grupo de comunicación puede conocer las preferencias (mediante los likes o follows enviados a través de distintas redes sociales) de un gran conjunto de ciudadanos, tales como intereses culturales u origen socioeconómico, y saber exactamente qué información mostrarles para influir en sus decisiones.
Si un conjunto social, por ejemplo, es seguidor de líderes de distinto color político y, además, suele hacer like en publicaciones fuertemente críticas con el sistema, es posible que se trate de un grupo indeciso y muy descontento, susceptible, por tanto, de "comprar" una nueva opción política. El mecanismo publicitario es similar al del grupo de personas que sigue a páginas de viajes y, por tanto, le interesan de forma potencial ofertas de vuelos y hoteles. Los datos se utilizan de forma masiva en publicidad y también en la comunicación política, pero se antoja difícil aceptar que se ejecute a través del envío de información falseada. Parece legítimo vender y mostrar las bondades de un producto, servicio u opción política, pero no lo es tanto hacerlo mediante engaño y manipulación.
Y tiene muy presente Jules Palotin, director de un periódico progubernamental, a quién vender y, por tanto, a quién va dirigido su diario. En el segundo acto de la obra, cuando ha de redactar el titular de su primera plana, no oculta su procupación por contentar a accionistas, directivos y políticos. Cuando Palotin pide un titular sobre la Guerra Fría, sus redactores (escena adaptada en el Abadia a un debate entre Director y un redactor) son reprendidos:
Jules Palotin: «[...] Pero, querido amigo, a ver cuándo te enteras de que no puedo actuar sólo por mi cuenta, de que tengo unas obligaciones hacia los accionistas [...]»
Sartre, que rechazó el premio Nobel en 1964, fue uno de los padres del existencialismo y, valga como anécdota en este foro, protagonista de alguna que otra prueba de Selectividad-EvAU. Aunque la asignatura de Filosofía volverá a las aulas de Bachillerato con mayor importancia y esperamos que con fuerzas renovadas tras su inexplicable ausencia (recientemente aprobado por unanimidad en el Congreso de los Diputados), no debemos obviar que hacerse preguntas y mantener un espíritu crítico ha de ser una cuestión vital, más allá de que sea una materia objeto de estudio en colegios e institutos.
El filósofo francés creía firmemente que estamos condenados a ser libres. Esa libertad nos convierte, por tanto, en seres responsables. Pero si esa ciudadanía elige lo que implícitamente le indican o lo que directamente le ordenan, ¿disfrutan de una libertad real? Y, análogamente, ¿puede exigirse esa responsabilidad a la sociedad actual?
Es posible que asignaturas como Filosofía, en Bachillerato, o investigar más y consumir menos sean una miga de pan en el camino. Todo esto es Sartre y su Nekrassov, donde el arte de mentir es informar y un manipulador diario parisino adopta la forma de Cambridge Analítica. No menciona a Twitter ni a Trump. Ni falta que le hace. Su texto va mucho más allá. Habla del miedo a través del engaño. De la condición humana. Del poder a cualquier precio y de la supervivencia del hombre y del sistema.